Trayectoria profesional

Me doctoré en Ciencias Geológicas en 1991 por la Universidad de Zaragoza con una tesis sobre formaciones lacustres carboníferas y pérmicas en el Pirineo. Fui Fulbright Fellow (1991-1993) y Research Fellow (1993-1995) en el Limnological Research Center, University of Minnesota y desde entonces mantengo una estrecha colaboración con la Universidad de Minnesota. En Minnesota conocí en 1994 al que sería mi marido y mi hija nació también en ese año en Minneapolis. Me reincorporé como post-doc (1995-1998) e investigador contratado (1998-2000) en el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC). Soy investigador de plantilla en el IPE – CSIC desde 2000 y profesor de investigación desde 2010. Mi investigación se centra en la reconstrucción de cambios globales en el pasado (climáticos, ambientales, antrópicos) a partir de registros continentales, principalmente lagos, a una escala desde décadas a milenios con técnicas sedimentológicas y geoquímicas. Últimamente, el foco es en los cambios más recientes (Antropoceno). He trabajado en proyectos en las Américas, el Pacífico (Isla de Pascua) y España y he participado en comités de gestión de iniciativas internacionales como International Continental Scientific Drilling (ICDP), Past Global Changes (PAGES) y la International Association of Limnogeology (IAL). He sido director del IPE (2009-2017) y adjunto de la Comisión de Área de Vida del CSIC (2018-2023).

¿Por qué es importante para ti visibilizar el colectivo LGTBIAQ+ en el ámbito científico/laboral?

Hay razones tanto personales como generales. Desde el punto de vista personal, visibilizar el colectivo mejora mi relación con el trabajo, al normalizar la diversidad sexual y afectiva y sentirme no solo uno más, sino uno que puede aportar, desde la diferencia y sin miedo, tanto en lo científico como en lo personal. Desde una perspectiva global, la mayor visibilidad trae el reconocimiento de que la ciencia la construye un colectivo diverso y ayuda a que todo el mundo se sienta participe en estas tareas. Como en cualquier campo de trabajo o actividad laboral, lo que no se ve, no existe ni para los miembros del colectivo, ni para las futuras generaciones. Incluso desde un punto de vista institucional, la mayor visibilidad mejora también la «productividad» y calidad del trabajo científico de los organismos de investigación.

¿Cómo podemos lograr una ciencia más inclusiva?

Como en casi todos los problemas complejos, creo que hay que trabajar en varias esferas; primero la más local, la de los centros de trabajo, asegurando que el ambiente sea el óptimo para que todo el mundo pueda desarrollar sus potencialidades, sin miedo a sentirse excluido, sino bienvenido. Eso requiere ser pro-activo, con comisiones, protocolos de acogida, de acoso, celebración por parte de los centros de día de la mujer y la niña en ciencia, de la diversidad sexual y afectiva,  iniciativas antirracistas y contra la exclusión social y económica, por discapacidad, etc. Y después la institucional a nivel de OPIs, Universidades, Ministerios, haciendo una apuesta clara por la idea de que en “ecosistemas” inclusivos es donde florecen las mejores ideas. Eso requiere comisiones de Igualdad y de Diversidad a todos los niveles, con medios humanos y económicos para llevar adelante su trabajo. Se ha puesto demasiado énfasis en la excelencia y en la competitividad, entendidas y medidas como productos de la actividad científica (número de artículos, citas, patentes, impacto económico de la transferencia, etc) y no tanto en todo el proceso del trabajo científico, desde quien lo hace, en qué condiciones, que aspectos son los que se favorecen y cuales se discrimina y cuales son los impactos globales en la sociedad. La ciencia inclusiva tiene que ser un reflejo de la sociedad en la que se genera y una herramienta para la igualdad y la equidad. Y no solo en temas de género, identidad sexual y afectiva, sino también de discapacidades, racismo, desigualdades sociales y económicas.  Fomentando la inclusividad en la ciencia, aumentamos también su calidad y su impacto en todo el tejido social.

Pero tal vez, la manera más segura de que la ciencia del futuro será más inclusiva es invertir en educación inclusiva en todos los niveles pre-universitarios.

Si aplica, ¿por qué te dedicas a las Geociencias?

Nací y pase mi infancia hasta los 13 años en un pueblo de Teruel y creo que eso marcó mi pasión por el paisaje y la naturaleza. Dentro de «ciencias naturales», podría haberme dedicado a otras disciplinas relacionadas, pero la licenciatura en Geología era la opción que existía en Zaragoza, donde yo vivía, y esa  es la que elegí. Nunca me he arrepentido.

¿Tienes alguna persona que haya sido tu referencia en Geociencias? ¿por qué te marcó esa persona?

Aunque no fuera específicamente en geociencias, he de recordar a mi “maestra” Mari Carmen García en la escuela unitaria de mi pueblo y a mi profesora de Matemáticas (Eva Cid) y de Física y Química (Mari Cruz Fernández) en el Instituto, como gente a la que admiraba y que me inocularon el gusto por aprender y el método científico para hacerlo.  Más adelante, mi tutor durante mi época postdoctoral en la Universidad de Minnesota, Kerry Kelts. Me impresionó su pasión por la ciencia, tanto por las grandes preguntas como por los pequeños detalles, la visión integradora de los procesos geológicos a todas las escalas temporales y espaciales en el sistema Tierra y el compromiso desde la geología con los problemas sociales.

¿Alguna vez te has retraído a la hora de compartir aspectos de tu vida personal en el trabajo por el hecho de tener una orientación sexual diferente? ¿A qué crees que se debe principalmente?

La situación social ha cambiado mucho desde mis años de universidad en la década de los 80 del siglo pasado, mi vuelta a España a finales de los 90 y en las últimas décadas. La homofobia internalizada – y en algunos casos la percepción real de rechazo o falta de entendimiento – me llevaba a no compartir mi vida social en algunas situaciones en las que no me sentía seguro de la reacción del resto del personal, pero cada vez me pasa menos. Había también un cierto cansancio en tener que “salir del armario” continuamente y “explicar” tu vida. El poder hablar de mi “marido” fue una liberación, porque con una palabra ya no había nada más que explicar.

¿Te gustaría añadir algo más?

Es fantástico que exista una iniciativa como ésta para conocer mejor y visibilizar más al colectivo dentro de las geociencias. Es un pequeño paso de gigante!